martes, 13 de mayo de 2014

Un loco del deporte

Se escuchaban los hierros, el rose de los zapatos contra la pista, la respiración agitada, un aire de tención que olía a perfección. El amigo, el maestro, el rebelde, el loco, detiene el combate.
Quién diría que el payaso, mimo, preparador físico, músico y  vendedor de libros es un gran maestro de esgrima.
Enmanuel Hoyos Victoria nacido el primero de diciembre de 1964 en Cali-Colombia. Antes de entrar a esgrima le gustó fue la gimnasia pero por cuestiones de la vida, no pudo entrar, vio un florete y su amor y curiosidad por el deporte le nació. Comenzó a  entrenar y entre retiradas y regresos pudo ir a si primera competencia y empezar un siclo que después le traería múltiples títulos ,como: Subcampeón-Juvenil en la modalidad de sable, tercer puesto-Mayores en sable, subcampeón- Juvenil en sable, primer puesto-Mayores en florete, subcampeón equipos-juegos bolivarianos-subcampeón juegos nacionales Cartagena en sable-primer puesto en equipos-juegos nacionales de Bucaramanga del 96 en florete y muchos logros más, este siclo competitivo fue el que hizo que su deseo de continuar en el deporte siguiera, haciendo que naciera la perseverancia y la disciplina.
Su peto negro, su sudadera y sus tenis lo acompañan día a día en lo que él llama su profesión, su trabajo. Lo que él considera que es un constante esfuerzo por obtener un resultado, que aunque muchas veces no ve lo que quiere, ve resultados con cosas que ni siquiera ha enseñado.
El maestro, después de preguntarle que le habría gustado hacer si no hubiera conocido la esgrima, se sonríe, piensa en una posible respuesta y después de unos tres minutos cuenta, que le habría gustado ser músico, desde joven, incluso antes de amar la esgrima, amaba la percusión, tocaba flauta y guitarra, esto le dio la oportunidad de viajar a diferentes países como Perú, Ecuador y Venezuela a hacer presentaciones con su grupo de la universidad. Es un loco por la música, ha llegado hasta combinar la esgrima y el ritmo, dos partes de su vida.
Después de un sin número de: “Nos vemos loquito” este amigo cuenta que en su casa le decían loco, pues todo lo que él veía en la calle tirado lo recogía y se lo llevaba, porque muy seguramente con cada cosa que encontrara crearía algo, pero después de tantas limpiezas y botar lo que para el eran tesoros y para su familia basura, solo pudo crear un cometa que hoy cuenta con orgullo y de manera jocosa que fue lo único que pudo hacer.
A los 42 años llegó a Antioquia y este se convirtió sin duda en el creador y fundador del grupo que hizo renacer la esgrima. Dejó claro en su recuerdo que aunque paso la mayoría de su vida en Cali, no volvería.
Este hombre que enseña día a día lo que mejor sabe hacer se ha convertido en un gran conversador, en alguien que ayuda a hacer reflexionar a las personas, en alguien que forma y enseña al mismo tiempo, en un amigo que potencializa el amor en común de otros por un deporte, a romper las reglas permaneciendo en ellas, a vivir la vida de una manera loca y como dice él: “Los únicos que vivimos la vida somos los locos”

Sebastián Restrepo, un joven espontaneo, risueño y bromista, de experiencias, tiempos difíciles y pruebas superadas. Amante de la comida mexicana y el color rojo. Futuro comunicador social y periodista deportivo, enamorador del futbol e hincha del Deportivo Independiente Medellín, un joven de gestos alegres y caras humildes nos cuenta por que el amor por el futbol y como ha sido su experiencia en la universidad.

¿Qué sientes por ser hincha?
Es una pasión que yo desperté y es serle fiel a un equipo el cual uno apoya en las buenas y en las malas, es casi como un matrimonio: en la salud y en la enfermedad, tienes que estar ahí apoyándolo cuando lo necesites y felicitándolo cuando lo merezca, y la verdad, la adrenalina y la euforia que uno siente en una grada, pues, no se compara con nada.
¿Por qué te gusta el futbol y no otro deporte?
 El futbol es el deporte que me inculco mí papá desde chiquito, siempre me invitaba a jugar. Lo primero que me regaló fue un balón y el uniforme del Boca Junior aunque me termino gustando River y no el boca, pero bueno, pero es eso, la costumbre y la tradición del papá.
¿Cuál ha sido tu mayor logro?
 Mi logro más importante ha sido haber superado mi adolescencia, fue un poco traumática ya que me hacían bullynig, superé eso aunque a veces quedan por ahí los recuerdos, pero pues no le prestó mucha atención, yo se que esas personas que me hacían bullynig  no están tan bien como yo en este momento…Prefiero olvidarlo. Después de cambiarme de colegio fue lo mejor, fue el mejor momento de mi vida.
¿Por qué elegiste comunicación social?
Básicamente elegí comunicación  porque me gusta comunicar  a las demás personas lo que yo siento, no solo lo que siento, sino también lo que pasa o como es la reacción de las personas sobre cierta noticia y porque me gusta todo lo de deportes, es como un vocación es algo que me inspira, también me inspira la parte de radio, recuerdo que cuando estaba en 11 me grababa la voz  como si fuera un programa de radio y después me escuchaba, yo era mi locutor y mi oyente entonces pasaba muy bacano y este tipo de cosas fueron las que me impulsaron a tomar mi decisión.
¿Por qué no elegiste ser deportista?
Porque  mi estado físico es terrible, yo juego pero a recochas  con los amigos de la u y del colegio. Juego muy bien y todos mis amigos me dicen que tapo muy bien, me invitan mucho a los demás partidos, me gusta mucho ser arquero, no lo juego profesionalmente porque para eso se necesita un nivel  que se debe de coger desde mi pequeño y desafortunadamente no lo cogí en ese tiempo.
 ¿Qué meta tienes planeada para tu futuro?
 Estudiar bastante, tener un buen trabajo, digo que tengo el sueño de toda mujer porque digo es trabajar, casarme con la mujer que amo y tener hijos, una casa, luchar en mi presente para tener un buen futuro esa es como mi meta.
¿Cómo te has sentido en la universidad?
 La verdad un ambiente súper bacano, Eafit esta estigmatizada que todos son unos creídos y no nada que ver,esta universidad es un ambiente que te recoge, tus compañeros, tus amigos, tus profesores son como súper alegres, lo mejor.
¿Qué es mejor: el colegio o la universidad?
La universidad mil veces, uno tiene la libertad que en el colegio nunca tuvo, no es como tan ligados los horarios, uno ya es más relajado, es muy bacana la libertada que uno tiene en la universidad.

¿Qué te genera más emoción? Alcanzar una meta planteada durante un tiempo, que me haya esforzado bastante bastante y poderla lograr, es muy gratificante.

MONTAR EN BUS

Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.

Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.

lunes, 12 de mayo de 2014

Mi nombre es Juan Preciado

Soy Juan Preciado, vivo con mi madre y padre en un pueblito pequeño a no más de cinco horas de la civilización, mi pequeña Cómala, ha visto cada uno de mis pasos y tiene en sus calles los recuerdos de mi pasado, mis enseñanzas, mis tropiezos, mi historia.
Recuerdo que cuando tan solo tenía 6 años corría de cuadra en cuadra el camino más aventurado y mas terrorífico al que haya podido enfrentar, todos los días a las nueve de la mañana mi querida madre Dolores me arreglaba y alistaba para poder salir camino a mi escuelita.
Me enfrentaba a dragones gigantes de todos los colores, corría tras los arboles porque pensaba que con verme me tragarían y me llevarían muy lejos de mi camita, y claro mi mami, saltaba huecos tan amplios que respiraba profundo y cogía impulso para poder pasarlos, me enfrentaba a animales de cuatro patas que creían que yo era uno más de sus juguetes, me perseguían con el deseo de sostenerme en su boca y sacudirme, cada vez que veía que uno se aproximaba, caminaba a su lado sin siquiera mirarlo como si no existiera, ¡tal vez así no notaban mi existencia! No era casualidad que cuando huía de las serpientes enredadas a unos cuantos pasos de mi escondite favorito me encontrara con Doña Eduviges, la odiaba, cada vez que me veía me hacía sentir como si tuviera tres años, agarraba mis cachetes con tanta fuerza que duraban tan rojos como un semáforo hasta que volvía a mi casa, me hablaba con el tono más agudo que cualquier humano se pudiera imaginar y cuando me la encontraba me decía lo mismo-Que guapo amiguito, cada vez te pareces mas a mi esposo Rogelio, lástima que el bus de las ocho no lo quería- me hacia recordar el día en que atropellaron al pobre Rogelio, yo estaba jugando en la ventana de mi casa cuando de repente escuche un fuerte estruendo e inmediatamente todas las personas de la cuadra salieron a ver lo que había sucedido, púes el bus que siempre pasaba a las ocho no noto cuando el señor Rogelio intentaba pasar la calle.
Después de unos nueve años la pobre Doña Eduviges continuaba en su casa y cada vez que me veía pasar me decía lo mismo de siempre, para mí era la rutina pero seguro para ella era el recuerdo de su amado esposo.
Pasaron muchos años, ni siquiera puedo decir cuántos, ya era un hombre, tenía el deseo que tienen todos, ser feliz, pero aunque amara mi Cómala con todo el corazón sabía que no podría ser feliz allí, cada vez el pueblo estaba más y más acabado, no encontraba un lugar en el que me sintiera cómodo o no conocía gente que me pareciera interesante, por esto decidí partir.
A la civilización, a las grandes ciudades, ese se convirtió en mi deseo, y al cabo de un par de días me encontraba en un bus con destino a mi nueva vida.
No conocía nada, pero si recordaba cuando una vez mis padres me habían llevado en uno de mis cumpleaños  a uno de los más grandes parques de diversiones, ¡el mejor cumpleaños que tuve!
Me instalé en la casa de uno de esos primos lejanos, de esos que no recuerdas pero sabes que los conoces, nos conocimos mejor y resultamos siendo muy buenos amigos, me mostró toda la ciudad de esquina a esquina y me enseño por donde era bueno andar.
Después de conocer las maravillas y la espectacularidad de la que todos hablaban en el pueblo, me sentía identificado, definitivamente ese era mi lugar, comencé a trabajar y a estudiar al mismo tiempo, conocía personas y admiraba a muchas.
Comencé trabajando en uno de los restaurantes de mi tío, ahí también trabajaba mi primo, uno de los lugares donde también nos hicimos muy buenos compañeros.
Un día, mi primo que se llama Miguel, me invito a comer a uno de los lugares más exóticos de la ciudad, llegamos al sitio y lo primero que vio Miguel fue a una de sus amigas de la infancia, quede sorprendido de lo hermosa que era pero aún así  no dije nada, Miguel fue a saludarla y casi con el mismo afecto que pareciera que tenían cuando eran pequeños, hablaron un rato y después mi primo se acordó de que existía y la invito a comer con nosotros, ella acepto y llego a la mesa, Miguel me presento y ella dijo su nombre, pero era tan hermosa que ni recuerdo que estaba pensando cuando lo dijo. Terminamos de comer algo tarde pero recuerdo como si mi primo y yo estuviéramos más que conectados que le dijimos que la acompañaríamos hasta su casa, y así fue, la acompañamos, nos despedimos y fuimos a descansar.
Volvimos a la rutina de nuestras vidas, yo, disfrutaba segundo a segundo lo que estaba viviendo, aunque solo podía pensar en mi Cómala,que seguramente podría estar haciendo mi madre y mi padre, entraba en la necesidad de volver y abrazar todos los días a mi familia, pero aún así, pensaba que sobreviviría a cualquier cosa que se me enfrentara.
Una noche cuando volvía del trabajo y me enfrentaba a los dragones llamados carros y las serpientes llamadas matas, vi a lo lejos del camino, una cuadra mas allá para donde yo iba a una joven, era igual a la amiga mi primo, a la hermosa sin nombre, decidí seguirla, noté una mirada necesitada y fría, como si llevara tres mil años sin parpadear una sola vez, me encontré con ella, no hizo nada, pareciera que uno de los dos no estaba ahí, vi que en sus manos tenía una manta azul celeste como con la tela más suave y fina que nadie pudiera poseer, me estiro sus brazos como si me la ofreciera, no sabía qué hacer, solo mi mente decir ¡corre, corre! Pero como buen caballero no lo hice, tome la manta como si fuera un bebe recién nacido y en mi mente solo pasara que esa hermosa no fuera una loca que que hiciera algo inesperado, cuándo la tomé dijo:¡ Cómala, Cómala, Cómala! No entendí que quería decir, era mi pueblo sí, pero era raro que alguien lo conociera.
Noté que en lo lejos se acerba alguien, voltee y en menos de un segundo la joven desapareció, como todo un caballero decidí partir hacia mi casa o al menos a aclarar lo que había sucedido.
Abrí la manta y lo primero que encontré fue la foto de Doña Eduviges y su esposo Rogelio el día de su matrimonio,  me preguntaba porque esto me había llegado a mí, seguramente alguien pudo haber escuchado que venía de Cómala pero creo que es imposible.
La curiosidad me mataba, al día siguiente salí para mi Cómala.
Llegue a casa, saludé a mis padres y entre a mi antigua habitación intentando recordar el abrazo suave de mis sabanas cuando era hora de dormir, dormí como nunca aunque la cama me llegara a las rodillas, pero en fin, era mi Cómala.
Al día siguiente decidí ir a buscar a la Doña Eduviges, fui a casa pero no había nadie, entre a su jardín y el habitual muñeco que me atormentaba cuando caía mi pelota en su patio no estaba, entré a la casa, vi a la misma joven de hacia unas noches, la hermosa sin nombre, la que en menos de dos segundo se convirtió en la loca esquizofrénica de mi vida, estaba sentada, con un vestido del mismo color azul celeste de la manta que llevaba en mis manos, la misma que ella me había entregado.
En menos de un segundo la habitación se tornó más oscura de lo pudo haber estado, no entraba ni el reflejo de lo estuviera afuera, entré en pánico y lo primero que dije fue: ¿Qué pasa? ¿Qué hice?
La voz dulce que esperaba de la loca esquizofrénica se terno como la de un hombre que tuviera más de un problema para hablar, dijo: ¿Dónde está Eduviges?
No pude responder, el miedo se apodero de mí, solo quería salir corriendo y olvidar lo que estaba pasando, y en un instante me encontraba acorralado en una esquina atado de manos a pies como si fuera un cerdo en fila para su funeral.
Empecé a gritar  y la voz terrorífica me intento callar, solo decía como si pensara que yo supiera donde estaba, despareció, le grite,--nooo, esta dentro de ti- ¿Qué? Imposible fue lo que pensé – quiere hacer lo mismo que hizo con su esposo-dijo la voz, en ese instante mi cuerpo adormecido  entro en una habitación donde estaban todo los cuerpos muertos de hombres que yo conocía desde mi infancia.
Parpadee.
No sé qué sucedió, intente controlar a Doña Eduviges pero en ese instante ante la espada y la pared me encontraba yo- nada va pasar dijo una voz de mujer en mi mente, eres el ultimo y viviré.
Recordé una de esas revistas raras que leía mi madre cuando se iba a dormir, recuerdo que le pegunte que sucedía con las personas cuando sus almas se quedaban en la tierra, y me conto que solo las almas que quedaban en la tierra tenían que asesinar a mas de 10 hombres en un mes para poder elegir donde estar el resto de sus no vidas.
Y ahí me encontraba yo entre la espada y la pared, entre una alma en pena y vida plena.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj.

Puede ser redondo o cuadrado, colorido u opaco, de pared o de mano, el reloj. Ese objeto tan común y tan pretendido por todos que se ve tan insignificante, pero a las vez tan necesitado, solo mide el tiempo: días, años en unidades horas, minutos o segundos, puede medir un suceso o activar una señal, pero los más común es ver cuando marca la hora.
Este simple objeto con dos manecillas principales y números del uno al doce puede ser nuestro mejor amigo, pero también nuestro peor enemigo. Vivimos en constantes apuros donde tenemos que estar a ciertas horas, ahí es nuestro mejor amigo, ser cumplidos y ordenados se dice que nos ayuda a ser, pero cuidado, este pequeño te puede absorber y de querer organizarte te consume lentamente dejándote en una cárcel imaginaria de ti mismo.
Adorno para algunos, pareciera que solo fuera la cereza encima del pastel, un círculo en su muñeca que ni siquiera saben leer, este se convierte solo un objeto de distinción, ¿y el orden?, otros se dejan llevar y más que puntuales son obsesionados con el tiempo, un segundo sin hacer nada es un segundo perdido.
Cuando tienes un reloj decides de qué lado quieres estar, vives o te ordenas, te conviertes en tu propio carcelero o no.Cuando tengas un reloj al menos apréndelo a leer, que no se olviden los momentos vividos, porque más que un circulo con números es un viaje de recuerdos en el tiempo.
Instrucciones para dar cuerda a un reloj
No tengas miedo de amarrarte el reloj en la muñeca de la mano que prefieras por más temeroso e inseguro que te sientas.
Póntelo y asegúralo, el marcará tu tiempo, ese tiempo que pasa y  no se detiene, que este pequeño objeto te ayudará a disfrutarlo o a malgastarlo, decisión que tomas tú.
Al ponértelo sentirás su peso en tu mano, como el tiempo pesado y cansado, al igual que los años que no volverán, pero sabrán lo valioso que es este objeto para las personas.

Solo queda el último paso, empezará a latir en tu muñeca cual corazón palpitante con deseos de volar, y los segundos, minutos y horas pasarán, disfrutarás del tiempo como un niño con su juguete nuevo, pero cuidado, no olvides darle cuerda o cambiarle pila si se para cual corazón viejo y cansado.

Un artista del mundo inmóvil, por Leila Guerriero

Este perfil nos muestra la historia del artista Guillermo Kuitca, detalles importantes de su carrera como pintor, de su familia, y como han sido las diferentes maneras en la que ha encontrado la inspiración.

Desde el principio este perfil no llamo mi atención, pensaba que seguramente más adelante habría algo que pudiera interesarme, es decir, le estructura del texto es demasiado plana, y hace que el lector llegue a aburrirse. La vida de Guillermo Kuitca es muy interesante pero creo que el texto no dejo que sobre saliera quien es el.


A nivel personal preferiría que el texto tuviera un diferente orden en los signos de puntuación, para que esto haga que tenga un ritmo más cambiante y que por medio de la manera de leerse la misma historia, sea mucho más interesante.

El rastro de tu sangre en la nieve, por Gabriel García Márquez

Una historia que en su principio, parece muy bonita, pues es donde se evidencian los momentos de amor que compartían los protagonistas de la historia, Nena  y Billy. Pero, que con el transcurso de la historia, fui deduciendo que no tendría un final feliz.

En un momento de la lectura, me sentí capturada en ella y leía y leía con ganas de esperar cómo sería su desenlace…La lectura fue agradable, fácil de comprender y con un lenguaje cotidiano, porque además, el autor menciona palabras que son muy usadas en la Costa de nuestro País, de las cuales tenía conocimiento de su significado.

Considero, que el título otorgado a este texto, ha sido el adecuado, porque en esas ocho palabras, se sintetiza una de las ideas centrales de la narración.


El momento dedicado a este texto, sin duda alguna ha valido la pena, ya que entretiene… y si no tiene un final como me lo esperaba, que entre otras cosas me hubiese gustado más, de cierta manera, expone la realidad; pues en muchos casos, el amor no perdura lo esperado.