lunes, 12 de mayo de 2014

Mi nombre es Juan Preciado

Soy Juan Preciado, vivo con mi madre y padre en un pueblito pequeño a no más de cinco horas de la civilización, mi pequeña Cómala, ha visto cada uno de mis pasos y tiene en sus calles los recuerdos de mi pasado, mis enseñanzas, mis tropiezos, mi historia.
Recuerdo que cuando tan solo tenía 6 años corría de cuadra en cuadra el camino más aventurado y mas terrorífico al que haya podido enfrentar, todos los días a las nueve de la mañana mi querida madre Dolores me arreglaba y alistaba para poder salir camino a mi escuelita.
Me enfrentaba a dragones gigantes de todos los colores, corría tras los arboles porque pensaba que con verme me tragarían y me llevarían muy lejos de mi camita, y claro mi mami, saltaba huecos tan amplios que respiraba profundo y cogía impulso para poder pasarlos, me enfrentaba a animales de cuatro patas que creían que yo era uno más de sus juguetes, me perseguían con el deseo de sostenerme en su boca y sacudirme, cada vez que veía que uno se aproximaba, caminaba a su lado sin siquiera mirarlo como si no existiera, ¡tal vez así no notaban mi existencia! No era casualidad que cuando huía de las serpientes enredadas a unos cuantos pasos de mi escondite favorito me encontrara con Doña Eduviges, la odiaba, cada vez que me veía me hacía sentir como si tuviera tres años, agarraba mis cachetes con tanta fuerza que duraban tan rojos como un semáforo hasta que volvía a mi casa, me hablaba con el tono más agudo que cualquier humano se pudiera imaginar y cuando me la encontraba me decía lo mismo-Que guapo amiguito, cada vez te pareces mas a mi esposo Rogelio, lástima que el bus de las ocho no lo quería- me hacia recordar el día en que atropellaron al pobre Rogelio, yo estaba jugando en la ventana de mi casa cuando de repente escuche un fuerte estruendo e inmediatamente todas las personas de la cuadra salieron a ver lo que había sucedido, púes el bus que siempre pasaba a las ocho no noto cuando el señor Rogelio intentaba pasar la calle.
Después de unos nueve años la pobre Doña Eduviges continuaba en su casa y cada vez que me veía pasar me decía lo mismo de siempre, para mí era la rutina pero seguro para ella era el recuerdo de su amado esposo.
Pasaron muchos años, ni siquiera puedo decir cuántos, ya era un hombre, tenía el deseo que tienen todos, ser feliz, pero aunque amara mi Cómala con todo el corazón sabía que no podría ser feliz allí, cada vez el pueblo estaba más y más acabado, no encontraba un lugar en el que me sintiera cómodo o no conocía gente que me pareciera interesante, por esto decidí partir.
A la civilización, a las grandes ciudades, ese se convirtió en mi deseo, y al cabo de un par de días me encontraba en un bus con destino a mi nueva vida.
No conocía nada, pero si recordaba cuando una vez mis padres me habían llevado en uno de mis cumpleaños  a uno de los más grandes parques de diversiones, ¡el mejor cumpleaños que tuve!
Me instalé en la casa de uno de esos primos lejanos, de esos que no recuerdas pero sabes que los conoces, nos conocimos mejor y resultamos siendo muy buenos amigos, me mostró toda la ciudad de esquina a esquina y me enseño por donde era bueno andar.
Después de conocer las maravillas y la espectacularidad de la que todos hablaban en el pueblo, me sentía identificado, definitivamente ese era mi lugar, comencé a trabajar y a estudiar al mismo tiempo, conocía personas y admiraba a muchas.
Comencé trabajando en uno de los restaurantes de mi tío, ahí también trabajaba mi primo, uno de los lugares donde también nos hicimos muy buenos compañeros.
Un día, mi primo que se llama Miguel, me invito a comer a uno de los lugares más exóticos de la ciudad, llegamos al sitio y lo primero que vio Miguel fue a una de sus amigas de la infancia, quede sorprendido de lo hermosa que era pero aún así  no dije nada, Miguel fue a saludarla y casi con el mismo afecto que pareciera que tenían cuando eran pequeños, hablaron un rato y después mi primo se acordó de que existía y la invito a comer con nosotros, ella acepto y llego a la mesa, Miguel me presento y ella dijo su nombre, pero era tan hermosa que ni recuerdo que estaba pensando cuando lo dijo. Terminamos de comer algo tarde pero recuerdo como si mi primo y yo estuviéramos más que conectados que le dijimos que la acompañaríamos hasta su casa, y así fue, la acompañamos, nos despedimos y fuimos a descansar.
Volvimos a la rutina de nuestras vidas, yo, disfrutaba segundo a segundo lo que estaba viviendo, aunque solo podía pensar en mi Cómala,que seguramente podría estar haciendo mi madre y mi padre, entraba en la necesidad de volver y abrazar todos los días a mi familia, pero aún así, pensaba que sobreviviría a cualquier cosa que se me enfrentara.
Una noche cuando volvía del trabajo y me enfrentaba a los dragones llamados carros y las serpientes llamadas matas, vi a lo lejos del camino, una cuadra mas allá para donde yo iba a una joven, era igual a la amiga mi primo, a la hermosa sin nombre, decidí seguirla, noté una mirada necesitada y fría, como si llevara tres mil años sin parpadear una sola vez, me encontré con ella, no hizo nada, pareciera que uno de los dos no estaba ahí, vi que en sus manos tenía una manta azul celeste como con la tela más suave y fina que nadie pudiera poseer, me estiro sus brazos como si me la ofreciera, no sabía qué hacer, solo mi mente decir ¡corre, corre! Pero como buen caballero no lo hice, tome la manta como si fuera un bebe recién nacido y en mi mente solo pasara que esa hermosa no fuera una loca que que hiciera algo inesperado, cuándo la tomé dijo:¡ Cómala, Cómala, Cómala! No entendí que quería decir, era mi pueblo sí, pero era raro que alguien lo conociera.
Noté que en lo lejos se acerba alguien, voltee y en menos de un segundo la joven desapareció, como todo un caballero decidí partir hacia mi casa o al menos a aclarar lo que había sucedido.
Abrí la manta y lo primero que encontré fue la foto de Doña Eduviges y su esposo Rogelio el día de su matrimonio,  me preguntaba porque esto me había llegado a mí, seguramente alguien pudo haber escuchado que venía de Cómala pero creo que es imposible.
La curiosidad me mataba, al día siguiente salí para mi Cómala.
Llegue a casa, saludé a mis padres y entre a mi antigua habitación intentando recordar el abrazo suave de mis sabanas cuando era hora de dormir, dormí como nunca aunque la cama me llegara a las rodillas, pero en fin, era mi Cómala.
Al día siguiente decidí ir a buscar a la Doña Eduviges, fui a casa pero no había nadie, entre a su jardín y el habitual muñeco que me atormentaba cuando caía mi pelota en su patio no estaba, entré a la casa, vi a la misma joven de hacia unas noches, la hermosa sin nombre, la que en menos de dos segundo se convirtió en la loca esquizofrénica de mi vida, estaba sentada, con un vestido del mismo color azul celeste de la manta que llevaba en mis manos, la misma que ella me había entregado.
En menos de un segundo la habitación se tornó más oscura de lo pudo haber estado, no entraba ni el reflejo de lo estuviera afuera, entré en pánico y lo primero que dije fue: ¿Qué pasa? ¿Qué hice?
La voz dulce que esperaba de la loca esquizofrénica se terno como la de un hombre que tuviera más de un problema para hablar, dijo: ¿Dónde está Eduviges?
No pude responder, el miedo se apodero de mí, solo quería salir corriendo y olvidar lo que estaba pasando, y en un instante me encontraba acorralado en una esquina atado de manos a pies como si fuera un cerdo en fila para su funeral.
Empecé a gritar  y la voz terrorífica me intento callar, solo decía como si pensara que yo supiera donde estaba, despareció, le grite,--nooo, esta dentro de ti- ¿Qué? Imposible fue lo que pensé – quiere hacer lo mismo que hizo con su esposo-dijo la voz, en ese instante mi cuerpo adormecido  entro en una habitación donde estaban todo los cuerpos muertos de hombres que yo conocía desde mi infancia.
Parpadee.
No sé qué sucedió, intente controlar a Doña Eduviges pero en ese instante ante la espada y la pared me encontraba yo- nada va pasar dijo una voz de mujer en mi mente, eres el ultimo y viviré.
Recordé una de esas revistas raras que leía mi madre cuando se iba a dormir, recuerdo que le pegunte que sucedía con las personas cuando sus almas se quedaban en la tierra, y me conto que solo las almas que quedaban en la tierra tenían que asesinar a mas de 10 hombres en un mes para poder elegir donde estar el resto de sus no vidas.
Y ahí me encontraba yo entre la espada y la pared, entre una alma en pena y vida plena.

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