martes, 13 de mayo de 2014

MONTAR EN BUS

Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.

Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado, que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que llegara el bus,  la puntualidad de estos varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media hora, llegó.
Me subí al bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados, pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún, no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la suerte de que si la puedan coger.
Había una silla algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si caes muy duro en el asiento.
No había mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus, solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te puede robar.
Montar en bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias, era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que decía “favor salir detrás”  esperé un segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.

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