Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
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Me subí al
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fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
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No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
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mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
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contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
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era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
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Me subí al
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No había
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solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
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puede robar.
Montar en
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era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
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puede robar.
Montar en
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era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
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Me subí al
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Había una silla
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me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
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a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
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No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
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mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
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contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
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de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
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segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
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varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
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personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
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Me subí al
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momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
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No había
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Me subí al
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Me subí al
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No había
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hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.Esperando a
que supuestamente el bus llegara a las dos, me encontraba yo, viendo como de
lado a lado pasaban los carros y unas cuantas personas, tenía una señora a mi lado,
que cada dos segundos miraba su reloj como con el afán que necesitaba que
llegara el bus, la puntualidad de estos
varía según el ánimo del conductor donde a veces llega mucho antes de la hora
habitual y otras veces se demoran más que una hora causando retrasos a las
personas que normalmente utilizan este servicio. Después de una larga media
hora, llegó.
Me subí al
bus, pasé la registradora y le pagué al conductor, se suponía que era el
momento de caminar hacia algún asiento que estuviera solo, pero, resulta que
con el gran apuro que llevan estos señores, parece increíble cómo llegan tan retrasados,
pareciera que con solo tocar el bus ya se creyera que se está arriba, es
impresionante la técnica que se debe de tener para aprender a caminar justo en
el momento donde este vuelve a retomar la marcha, para no tropezarse o peor aún,
no caer y pasar una pena, aunque al momento de caminar todas las personas se
dejan llevar por el impulso del bus, pareciera que jugaran a la puntería con
sus manos para poder agarrar la silla o la baranda que sigue, esperando la
suerte de que si la puedan coger.
Había una silla
algo lejana, donde al lado del pasillo se encontraba una viejita, le mostré que
me iba a sentar al lado y lo único que hizo fue mirarme con desprecio como si
le hubiera dicho alguna que otra grosería, aun así me dejo pasar, y como si
fuera poco también pareciera que existiera una técnica para sentarse, es como aprender
a manejar tus movimientos, para que no pareciera que te hubieras lastimado si
caes muy duro en el asiento.
No había
mucha gente pero, más de la mitad se encontraban en mundos cerrados, unos escuchaban
música y tarareaban las canciones como si estuvieran solos, otros tenían una
mirada seria como si estuvieran resolviendo más de un problema, solo se podía
escuchar el murmullo de dos personas, era una pareja, una joven de unos 18 años
contaba a su amigo lo que le había sucedido el fin de semana pasado cuando se
fue de rumba, y explicaba detalle a detalle que era lo que llevaba puesto. En
momentos como este, el tiempo en el bus es bien utilizado, desde reflexiones
interiores hasta llegar a hacer amistades, pareciera que el silencio de este
solo fuera para escucharlo, pero todo cambia cuando alguien rompe el “hielo” y
de pasar a un aburrido viaje, se vuelve un encuentro que puede ser para toda
una vida. Recuerdo cuando alguien contó que sus papás se conocieron en un bus,
solo con preguntar la hora, entonces aunque la mayoría del tiempo nos
encontremos en ese silencio, es posible dejar que el interés por conocer a
otros nos lleve a no ver a cualquiera que se tiene al lado como alguien que te
puede robar.
Montar en
bus, es más que un trayecto, una travesía de saltos, de técnicas, de historias,
era mi momento de bajar y de la manera que me pude guiar fue un letrero que
decía “favor salir detrás” esperé un
segundo, hundí el botón y como si fuera instantáneo el conductor se orillo y me
dejo bajar rápido, como con el afán que el tenia.